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lunes, 22 de febrero de 2010

El casco

Hace ocho años que esquío con casco. Me animé a hacerlo tras una conmoción de un familiar y me reforcé en la idea tras ver un accidente en Baqueira, en el que un esquiador había golpeado contra una piedra.

Enseguida me acostumbré a él y ahora, si no lo llevo, la sensación es similar a cuando subes a una moto sin casco o vas en coche sin cinturón. Sólo es un poco molesto en aquellos días de calor extremo, pero sino, abriga y se agradece. Es una gran opción que se está extendiendo mucho.

En Estados Unidos, casi la mitad de esquiadores lo llevan, mientras que hace 7 años, era un 25%. Precisamente allí, la muerte el año pasado de la actriz Natasha Richardson tras un golpe sin llevar casco, ha abierto aún más un debate que existe desde hace tiempo sobre la obligatoriedad del casco, de la que no soy del todo partidario porque los riesgos son realmente bajos.

Y es que no hace falta dramatizar, pero las pistas están cada vez más llenas y es relativamente fácil caer o chocar con alguien y golpearse con la cabeza, así que no cuesta nada poderse un casco (los hay muy cómodos) y disfrutar del esquí con mayor seguridad.


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