
No se nos pueden pegar las sábanas. No nos podemos deleitar con un buen desayuno leyendo el periódico. No podemos esperar a que salga el sol. Ni siquiera podemos ponernos las botas tranquilamente.
Si queremos ser los primeros en abrir la estación, hay que madrugar mucho e ir deprisa. Pero alguna vez, muy de vez en cuando, toca darse el gustazo. El 3 de enero lo pude experimentar en La Molina. Las imágenes, por eso, corresponden a la vez anterior, la Semana Santa pasada en Masella. Y es que llegué pronto, muy pronto.

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